La sociedad Hermanas de los Pobres creo el Hospital de Luján
Corrían los últimos años del siglo XIX. Luján era un pueblo que se difuminaba a las pocas cuadras. Una nueva epidemia de viruela azota y la comunidad se moviliza con verdadero sentido de colaboración y solidaridad, saliendo a la ayuda de los más vulnerables, los pobres y los niños. Es el comienzo de la Sociedad Hermanas de los Pobres, un impulso de compromiso social y un modelo de gestión para paliar necesidades básicas de salud que contaban como una deuda del estado y la sociedad, en aquellos tiempos aún formándose.
Las Hermanas de los Pobres encaran en forma pragmática la búsqueda de soluciones que parecen imposibles de implementar, y hacen historia. Con perseverancia, convocando a toda la trama de la ciudadanía lujanense, aunando esfuerzos con grupos y sectores, gobiernos e instituciones, cimientan y construyen lo que hoy conocemos como el Hospital Nuestra Señora de Luján.
Este libro retrata el carácter y la decisión, las esperanzas y los miedos de estas mujeres que se descubren hermanas de los más necesitados, estas mujeres que dieron todo de sí -su tiempo, su dinero y muchas veces su propia salud- sin esperar nada a cambio, estas mujeres que aún perduran en su obra y descendencia.
Hoy podemos mirar nuestras raíces y reconocer la fuerza que hizo falta para poder cuidar al prójimo y a la comunidad misma. Es hora de acudir al llamado de esa comunidad, para ser parte de la salud y la alegría de nuestro pueblo. Este libro enseña que dar, nos hace fuertes
Prólogo al libro:
La creación de la Sociedad Hermana de los Pobres es, en sí misma, un modelo de gestión dentro de una Sociedad que, a fines del siglo XIX (1890), comienza a ver las necesidades del prójimo como una deuda del Estado y se hace cargo, con un sinfín de limitaciones, de encarar en forma pragmática la búsqueda de soluciones que parecen imposibles de implementar.
Según nos narra este paseo por nuestra historia, esta iniciativa nace en el seno de una sociedad que, con verdadero sentido de colaboración y solidaridad, en momentos que una nueva epidemia de viruela, que asoló ya repetidas veces la campaña bonaerense, ataca nuestros pagos, con consecuencias tremendas en vidas y salud de la población, sobre todo en los sectores más vulnerables, los pobres y los niños.
A partir de este evento inicial, se genera una verdadera catarata de proyectos y concreciones que van hilando la trayectoria de la Sociedad Hermana de los Pobres, entrando al siglo XX, con la creación de un centro de salud administrado por ellas y la participación indispensable de grupos de apoyo que, con decisión, carácter y objetivos claros, construyen y cimientan lo que hoy conocemos como el Hospital Nuestra Señora de Luján. No se puede dejar de mencionar al Comité de Caballeros, a las Hermanas de la Caridad -también conocidas como Hermanas Vicentinas-, profesionales, y hombres y mujeres de bien que contribuyeron en forma constante al cumplimiento de los objetivos fundacionales de la institución.
Mujeres y hombres se mencionan y repiten a medida que avanzan los tiempos en el increíble siglo XX; van sorteando cada dificultad con tal entereza, fortaleza y perseverancia, que nos contagian de forma inmediata, y nos convertimos en partícipes de sus miedos y también de sus triunfos. Queremos más, deseamos estar allí, con ellos, corriendo sus suertes, todo con tal de sentirnos parte de esta historia. Esta es, a mi juicio, la principal virtud de la obra que estamos leyendo y releyendo, investigando y hurgando en detalles que nos traen del pasado al presente como actos de magia.
La pluma de María Teresa, junto con el trabajo y acompañamiento del historiador Claudio Tuis con sus aportes e interpretaciones, y la colaboración de Patricio Acosta en las tareas de investigación y armado, describe con precisión el carácter, las esperanzas, los miedos y angustias de los personajes de esta historia, siempre a través de datos ciertos y documentados –no sin grandes dificultades prácticas–, que nos invitan a recorrer cada momento junto a ellos, para experimentarlos a ojos de nuestro siglo XXI como aventuras propias de cuentos. Pero fueron personas, lugares y acontecimientos reales, y siguen siendo reales en nuestra vida por las consecuencias que generaron sus acciones allá en un lejano fin de siglo XIX.
Cdor. Ricardo Alberto Curone